Con permiso
Tengo adentro de mi escritura, mi talismán. Encuentro mis propias revelaciones de aprendizajes en la vida… y las comparto, como quien te invita a su casa y te comparte mate, yo te invito a mi casa interior, mi recorrido, y te comparto líneas y emociones.
Tengo adentro de mi escritura, mi talismán. Encuentro mis propias revelaciones de aprendizajes en la vida… y las comparto, como quien te invita a su casa y te comparte mate, yo te invito a mi casa interior, mi recorrido, y te comparto líneas y emociones.
Tengo adentro de mi escritura, mi talismán. Encuentro mis propias revelaciones de aprendizajes en la vida… y las comparto, como quien te invita a su casa y te comparte mate, yo te invito a mi casa interior, mi recorrido, y te comparto líneas y emociones.
Mi historia es larga, pero acá va algo de mí
Busqué respetar y homenajear cada versión de mi misma con fidelidad.
No me reconozco en algunas partes de mis libros, pues he evolucionado tanto que me cuesta identificarme con aquel entonces. Pero son parte de mi historia: mi alma no llegó sola hasta aquí. La experiencia la trajo y la hizo. A veces me avergüenzo, pero si no acepto quien fui no puedo festejar en quien me convertí.
Relato todos los huecos que cada emoción vivida ha ido haciendo dentro de mí para darle espacio, escapatoria y campo a la fuga de mi alma.
Mi historia es larga, pero acá va algo de mí
Busqué respetar y homenajear cada versión de mi misma con fidelidad.
No me reconozco en algunas partes de mis libros, pues he evolucionado tanto que me cuesta identificarme con aquel entonces. Pero son parte de mi historia: mi alma no llegó sola hasta aquí. La experiencia la trajo y la hizo. A veces me avergüenzo, pero si no acepto quien fui no puedo festejar en quien me convertí.
Relato todos los huecos que cada emoción vivida ha ido haciendo dentro de mí para darle espacio, escapatoria y campo a la fuga de mi alma.
Nací en Buenos Aires, en la calle Luis Maria Campos un 22 de agosto, y a los tres años partí a Francia donde pasé mi primera infancia. Luego vino la provincia de Santa Cruz, donde crecí rodeada de montañas en un pueblito del sur llamado Rospentek; a éste lo siguió la ciudad de Buenos Aires, luego llegó San Martín de los Andes y después nuevamente Buenos Aires.
Mis emigraciones se repetían tan a menudo que mis amistades variaban constantemente. Notaba que la mayoría conservaba a sus compañeros de preescolar, razón por la que vagaba en mí un sabor amargo, pues las anécdotas con mis amigos tenían, como máximo, una antigüedad de dos años.
Mamá, que se destacaba por sus efectivos recursos nómades, se las ingenió para que expulsara ese sentimiento de ser una despatriada y me hizo descubrir el correo.
Trajo un puñado de crayones, brillantina y otras atracciones infantiles y me preguntó: “¿Y? ¿A cuál de tus amigos parisinos te gustaría escribirle?” Recordé a Timón y a Amélie, y pensé que quería enseñarles mi nuevo paisaje.
Dibujé a Dolly, mi nueva oveja, a la par de Pampita, mi nueva perra, a mi nuevo amigo Fabricio, la nueva escuela y a mi nueva yo. Olvidé preguntarles si aún conservaban la boina que había decidido obsequiarles para que me recordaran, y fue en aquel despiste que descubrí la posdata, un exquisito anexo que pronto me prohibirían porque agregaba cuantos recuerdos quería apuntar.
El resto de mi vida le perteneció al mundo entero y mi dinámica nómade sigue hasta el día de hoy, pero lo que antes sucedía por obligación familiar, hoy sucede por obligación interior: el deseo de recorrer, interna y externamente.
Fui diseñadora y fui maestra, pero hoy puedo asegurar que escribo el recorrido de mi mayor vocación: ser.
Encomendé mi primer libro 28 Rulemanes —mi diario corazón— a un crucero deseo para lograr alcanzar los mares de Fran, las montañas de Silvia, los inviernos de Cecilia y tus lunas, María. Los mensajes embotellados el mundo atravesaron. ¿Por qué no habría yo de lograrlo?
Gracias al sistema de supervivencia de mamá, mis palabras han estado atravesando océanos desde que tengo recuerdo.
Nací en Buenos Aires, en la calle Luis Maria Campos un 22 de agosto, y a los tres años partí a Francia donde pasé mi primera infancia. Luego vino la provincia de Santa Cruz, donde crecí rodeada de montañas en un pueblito del sur llamado Rospentek; a éste lo siguió la ciudad de Buenos Aires, luego llegó San Martín de los Andes y después nuevamente Buenos Aires.
Mis emigraciones se repetían tan a menudo que mis amistades variaban constantemente. Notaba que la mayoría conservaba a sus compañeros de preescolar, razón por la que vagaba en mí un sabor amargo, pues las anécdotas con mis amigos tenían, como máximo, una antigüedad de dos años.
Mamá, que se destacaba por sus efectivos recursos nómades, se las ingenió para que expulsara ese sentimiento de ser una despatriada y me hizo descubrir el correo.
Trajo un puñado de crayones, brillantina y otras atracciones infantiles y me preguntó: “¿Y? ¿A cuál de tus amigos parisinos te gustaría escribirle?” Recordé a Timón y a Amélie, y pensé que quería enseñarles mi nuevo paisaje.
Dibujé a Dolly, mi nueva oveja, a la par de Pampita, mi nueva perra, a mi nuevo amigo Fabricio, la nueva escuela y a mi nueva yo. Olvidé preguntarles si aún conservaban la boina que había decidido obsequiarles para que me recordaran, y fue en aquel despiste que descubrí la posdata, un exquisito anexo que pronto me prohibirían porque agregaba cuantos recuerdos quería apuntar.
El resto de mi vida le perteneció al mundo entero y mi dinámica nómade sigue hasta el día de hoy, pero lo que antes sucedía por obligación familiar, hoy sucede por obligación interior: el deseo de recorrer, interna y externamente.
Fui diseñadora y fui maestra, pero hoy puedo asegurar que escribo el recorrido de mi mayor vocación: ser.
Encomendé mi primer libro 28 Rulemanes —mi diario corazón— a un crucero deseo para lograr alcanzar los mares de Fran, las montañas de Silvia, los inviernos de Cecilia y tus lunas, María. Los mensajes embotellados el mundo atravesaron. ¿Por qué no habría yo de lograrlo?
Gracias al sistema de supervivencia de mamá, mis palabras han estado atravesando océanos desde que tengo recuerdo.
Reseñas
Juan perez
Conocer a Lolita Campos ha sido una experiencia transformadora. Su escritura es un verdadero talismán que revela aprendizajes profundos y emocionales. Desde el primer momento que leí sus libros, sentí como si estuviera invitado a su casa interior, compartiendo mate y emociones a través de sus líneas.
Su historia es un viaje de autodescubrimiento y evolución que me ha inspirado enormemente. A través de sus relatos, he aprendido la importancia de aceptar y celebrar cada versión de uno mismo, tal como ella lo ha hecho.
Los retiros que organiza son experiencias inolvidables. Participar en uno de sus círculos y leer ’28 Rulemanes’ ha sido como navegar por mares de sabiduría y montañas de introspección. Cada libro y cada encuentro con Lolita es un regalo que atesoro profundamente.
Además, sus recomendaciones de libros y conciertos han ampliado mis horizontes culturales y emocionales. Estoy agradecido por cada pedazo de su historia y por la forma en que comparte sus experiencias con el mundo. Gracias, Lolita, por ser una guía y una inspiración constante en mi vida.
Carmen rodriguez
Lolita Campos es una autora increíble. Sus libros me han transportado a mundos llenos de emoción y autodescubrimiento. Cada palabra está llena de sinceridad y profundidad. Recomiendo sus retiros y círculos, son experiencias que cambian vidas.
Lucy Johnson
Hello lacasadelolita.com,
Let me start with a question: do you have trouble generating leads and less website traffic?
Would you like me to share more detailed solutions with you?
Well wishes,
Lucy Johnson | Digital Marketing Manager
Note: – If you’re not Interested in our Services, send us “opt-out”
Very poor quality!
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Very good!
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